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Asia


Asia


 

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Las miradas de Gaia


Entre el libro Arte y fotografía, contactos influencias y efectos, de Otto Stelzer, y el de posfotografía de Joaun Fontcuberta, han pasado alrededor de 30 años y todo en relación a la imagen fotográfica cambió; y entre un argumento, el del primero, que decía que la fotografía era la manera más sutil del alma de manifestarse en un instante; hasta el ultimo, quién colocó la lápida al hecho fotográfico, o por lo menos un sutil maquillaje mortuorio, sucedió un tsunami tecnológico: el paso de lo analógico a lo digital. No me adscribo ni a una técnica ni a la otra. Participo de las dos: una por ser histórica y la otra por ser lo que hoy por hoy se hace.

Al abrir mis archivos analógicos y ver los negativos, que comencé a procesas alrededor de 35 años atrás, me topé con un conflicto como fotógrafo que se materializó en algunas preguntas: ¿qué quería retratar en aquellos días y qué retrato hoy? ¿cómo el tsunami tecnológico cambió mi prospectiva de la realidad fotografiable? ¿En verdad hice arte o, al contrario, dejé de hacerla? ¿Fue arte la fotografía…lo es? Y ¿aun tiene sustento esas preguntas que fueron modulando mi quehacer? ¿eran acaso falsas preguntas generadas por el ambiente fotográfico de aquellos años?

Para responder interrogué a ciertos personajes de mis imágenes, y lo que emanó de esto es lo que articula el discurso de la exposición: los retratados me miran así como yo los miro, interactuamos. Pero no solo me miran, entre ellos, por el hecho de mirar al mismo sujeto retratado, se miran, especie de holograma que fractura al tiempo, al espacio y que, al final, quedamos representados en una comunión que, como el nombre lo dice…nos vuelve iguales: El Desierto de Rajastran, en India, (zona áridas inexpugnable), Indonesia, Londres, París, Marruecos, Italia….nos miramos al mirarlos; nos miramos al mirarnos…un palíndromo alrededor de esta nuestra casa, Gaia. Y es ahí en donde creo que lo digital perdió ante lo analógico. Hoy en día la preocupación es hacer fotos, millones de ellas, sin el reposo necesario para su contemplación. Mientras que en lo analógico por muchas fotos que hicieras nunca eran tantas, particulares cada una de ellas y para darles vida debías observarlas, clasificarlas….es decir…mirarlas; pensarlas y que cobraran vida. Para existir necesitaban una fisicalidad. Ellas eran unidades, se adscribían a un discurso mientras que, las digitales no son en sí mismas mas que inscripciones numéricas que pierden ese estatus al ser trasladadas al universo de lo analógico: la impresión sobre una superficie física. Entre la adscripción y la inscripción lo que existe es una gran distancia. Con las primeras no intervienes…en las segundas, si no lo haces, no existen. Debes, en lo digital, escribir sobre el pixel para hacerlas verdaderas y, la distancia entre eso que creaste y lo que escribiste resulta más cercano a la pintura que a la fotografía analógica. Así, el revelado de lo analógico y la edición de lo digital son procesos mas distantes que comunes.

Como ejemplo veamos esta foto de "La niña de los camellos en el desierto de Rajasthan”. Esa foto fue lograda después de un recorrido extenuante que me llevó por uno de los desiertos que separa la región ed Rajasthan, India, con Pakistan. Un recorrido de mas o menos un mes. En cierto punto y al descender del camello, una niña del desierto me mira, el camello igualmente mira a quién lo montaba….los miro y ninguno rompe el punte visual que nos conecta…una mirada que solo el desierto puede inventar y lograr, y que queda eterna y suspendida sobre unos aluros de plata. Era mi ultimo toma fotográfica, pondero la situación, calculo….disparo. No vería la foto hasta muchos meses después. En ese tiempo la fotografía no existía, era acaso latente y yo mantenía con ella una relación de incertidumbre. En condiciones totalmente ajenas a la toma, revelé e imprimí la imagen. Conforme se volvía luminosa, su composición sugería el mismo título. A través de la imagen recuperé los olores del desierto, intensos, secos y con un fino toque de rocío ahi por las madrugadas; la arena en la piel, seca y que no obstante protege de los rayos solares; las noches de un silencio perturbador en donde el sonido del desierto son acaso los murmullos lejanos de animales que se arrastran o trepan arbustos; la oscuridad profunda de un cielo estrellado como pocas veces se puede ver.

Vemos que el misterio de la imagen fotográfica latente es lo que más se distancia de la obviedad de lo digital. El desierto está ahí para afirmar esta hipótesis.

Las imágenes que hoy presento, que van del proceso analógicos al digitales, quisieron, cada una desde su trinchera, establecer un puente en el abismo que las vuelve extremadamente extrañas: una, química dibujando con plata sobre superficies empíricas; la otra electrónica, delineando sobre numerologías fantasmagóricas. Así, como puentes entre los países y el tiempo que los habitó, unos occidentales los otros orientales, estas fotos, que nos miran…son para eso…para detenernos un poco en el tiempo y observar que nos observan. Como sea, ellas desde sus panteones de negativos, desde sus archivos digitales tendrán quizás la eternidad para trascendernos… congeladas, ahí…mirando al bienandante que les quiera dar vida al verlas. Entonces, al final no se trata de hacer sino de seleccionar, prescribir e introducir la imagen a un campo semántico, a un discurso que, como la poesía al intentar fracturar el orden del lenguaje, trascienda el orden tecnológico en un arrebato estético…¡si es arte que bien!…si no lo es…¡también que bien! Superar la dicotomía es en si ya un logro….

Las miradas de Gaia


Entre el libro Arte y fotografía, contactos influencias y efectos, de Otto Stelzer, y el de posfotografía de Joaun Fontcuberta, han pasado alrededor de 30 años y todo en relación a la imagen fotográfica cambió; y entre un argumento, el del primero, que decía que la fotografía era la manera más sutil del alma de manifestarse en un instante; hasta el ultimo, quién colocó la lápida al hecho fotográfico, o por lo menos un sutil maquillaje mortuorio, sucedió un tsunami tecnológico: el paso de lo analógico a lo digital. No me adscribo ni a una técnica ni a la otra. Participo de las dos: una por ser histórica y la otra por ser lo que hoy por hoy se hace.

Al abrir mis archivos analógicos y ver los negativos, que comencé a procesas alrededor de 35 años atrás, me topé con un conflicto como fotógrafo que se materializó en algunas preguntas: ¿qué quería retratar en aquellos días y qué retrato hoy? ¿cómo el tsunami tecnológico cambió mi prospectiva de la realidad fotografiable? ¿En verdad hice arte o, al contrario, dejé de hacerla? ¿Fue arte la fotografía…lo es? Y ¿aun tiene sustento esas preguntas que fueron modulando mi quehacer? ¿eran acaso falsas preguntas generadas por el ambiente fotográfico de aquellos años?

Para responder interrogué a ciertos personajes de mis imágenes, y lo que emanó de esto es lo que articula el discurso de la exposición: los retratados me miran así como yo los miro, interactuamos. Pero no solo me miran, entre ellos, por el hecho de mirar al mismo sujeto retratado, se miran, especie de holograma que fractura al tiempo, al espacio y que, al final, quedamos representados en una comunión que, como el nombre lo dice…nos vuelve iguales: El Desierto de Rajastran, en India, (zona áridas inexpugnable), Indonesia, Londres, París, Marruecos, Italia….nos miramos al mirarlos; nos miramos al mirarnos…un palíndromo alrededor de esta nuestra casa, Gaia. Y es ahí en donde creo que lo digital perdió ante lo analógico. Hoy en día la preocupación es hacer fotos, millones de ellas, sin el reposo necesario para su contemplación. Mientras que en lo analógico por muchas fotos que hicieras nunca eran tantas, particulares cada una de ellas y para darles vida debías observarlas, clasificarlas….es decir…mirarlas; pensarlas y que cobraran vida. Para existir necesitaban una fisicalidad. Ellas eran unidades, se adscribían a un discurso mientras que, las digitales no son en sí mismas mas que inscripciones numéricas que pierden ese estatus al ser trasladadas al universo de lo analógico: la impresión sobre una superficie física. Entre la adscripción y la inscripción lo que existe es una gran distancia. Con las primeras no intervienes…en las segundas, si no lo haces, no existen. Debes, en lo digital, escribir sobre el pixel para hacerlas verdaderas y, la distancia entre eso que creaste y lo que escribiste resulta más cercano a la pintura que a la fotografía analógica. Así, el revelado de lo analógico y la edición de lo digital son procesos mas distantes que comunes.

Como ejemplo veamos esta foto de "La niña de los camellos en el desierto de Rajasthan”. Esa foto fue lograda después de un recorrido extenuante que me llevó por uno de los desiertos que separa la región ed Rajasthan, India, con Pakistan. Un recorrido de mas o menos un mes. En cierto punto y al descender del camello, una niña del desierto me mira, el camello igualmente mira a quién lo montaba….los miro y ninguno rompe el punte visual que nos conecta…una mirada que solo el desierto puede inventar y lograr, y que queda eterna y suspendida sobre unos aluros de plata. Era mi ultimo toma fotográfica, pondero la situación, calculo….disparo. No vería la foto hasta muchos meses después. En ese tiempo la fotografía no existía, era acaso latente y yo mantenía con ella una relación de incertidumbre. En condiciones totalmente ajenas a la toma, revelé e imprimí la imagen. Conforme se volvía luminosa, su composición sugería el mismo título. A través de la imagen recuperé los olores del desierto, intensos, secos y con un fino toque de rocío ahi por las madrugadas; la arena en la piel, seca y que no obstante protege de los rayos solares; las noches de un silencio perturbador en donde el sonido del desierto son acaso los murmullos lejanos de animales que se arrastran o trepan arbustos; la oscuridad profunda de un cielo estrellado como pocas veces se puede ver.

Vemos que el misterio de la imagen fotográfica latente es lo que más se distancia de la obviedad de lo digital. El desierto está ahí para afirmar esta hipótesis.

Las imágenes que hoy presento, que van del proceso analógicos al digitales, quisieron, cada una desde su trinchera, establecer un puente en el abismo que las vuelve extremadamente extrañas: una, química dibujando con plata sobre superficies empíricas; la otra electrónica, delineando sobre numerologías fantasmagóricas. Así, como puentes entre los países y el tiempo que los habitó, unos occidentales los otros orientales, estas fotos, que nos miran…son para eso…para detenernos un poco en el tiempo y observar que nos observan. Como sea, ellas desde sus panteones de negativos, desde sus archivos digitales tendrán quizás la eternidad para trascendernos… congeladas, ahí…mirando al bienandante que les quiera dar vida al verlas. Entonces, al final no se trata de hacer sino de seleccionar, prescribir e introducir la imagen a un campo semántico, a un discurso que, como la poesía al intentar fracturar el orden del lenguaje, trascienda el orden tecnológico en un arrebato estético…¡si es arte que bien!…si no lo es…¡también que bien! Superar la dicotomía es en si ya un logro….

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